Uno de los géneros que más me apasiona es el suspenso y el terror y soy de la idea de que aunque el cine y la televisión son capaces de producir emociones intensas en el ser humano, jamás he llegado a sentir la misma adrenalina que me produce una buena historia de terror desde mi imaginación, es una sensación que sobrepasa más allá de todo lo descriptible.
Es por eso que hace unos días se me comenzó a ocurrir un relato de suspenso que ha derivado en una pequeña saga de 3 episodios muy pequeños dónde les narraré una historia que los hará sentirse cómo nuestro protagonista y les dejará con una sensación sobrenatural.
Disfruten el viaje.
Sortilegio 309
Era un trato interesante, para la zona de la ciudad la renta del inmueble era relativamente más baja a la de los demás. Yo estaba buscando algo agradable. Como diseñador de modas buscaba un lugar en dónde poder pasar los días creando conceptos para la temporada que estaba por llegar; hacía ya un par de años que había logrado un trato con una firma importante y dentro de los acuerdos tenía libertad para presentar mis diseños sin necesidad de atender a sus oficinas, algo que agradecí de sobremanera ya que no soportaba los ambientes de oficinas; lo mío era hacer mis creaciones de manera más íntima.
—¿Entonces le gustaría firmar el contrato Sr. Ezequiel? – Preguntó el casero, que era un hombre de una edad madura, cabello cano y unos largos y extravagantes bigotes canos que peinaba casi al terminar cada frase.
Miré una vez más el apartamento y suspiré pensando en dónde acomodaría todo mi estudio. Era un lugar adecuado para un hombre soltero en sus treintas como yo. Firmé de buena gana y terminamos estrechando nuestras manos como sello final del trato.
La mudanza que hice en días posteriores fue algo incómoda, no era la primera vez que me mudaba sin embargo jamás había sentido tantas miradas escondidas desde las ventanas. El edificio no era muy alto, pero podía notar fácilmente que habitaban por lo menos tres o cuatro personas en cada uno de los apartamentos. El ascensor era uno viejo que llevaba al sótano donde se encontraba el estacionamiento. Parte del trato convenientemente barato es que el lugar para estacionar mi auto estaba en el rincón más alejado del sótano pegado a una columna lo cual hacía que tuviera que maniobrar constantes veces para estacionarme.
—Quizá solo son raros o desconfiados— pensé mientras notaba como el rostro de una mujer adulta me miraba desde la ventana más alta mientras subía una pesada caja llena de accesorios y utensilios para mi trabajo.
Así pasarían un par de semanas en las que constantemente al salir o entrar de mi apartamento notaba las constantes miradas desde las ventanas que daban hacia el exterior de los apartamentos. El apartamento que rentaba se encontraba en el tercer piso y pese a que en algún momento dejaron de importarme a veces las miradas desde las ventanas, eran demasiado descaradas como para ignorarlas.
Solía tomar un descanso por las tardes, salir por un café con algún amigo o simplemente pasear por la ciudad. Yo era un vago al que le gustaba simplemente deambular por la ciudad para mirar las prendas de las personas y tratar de imaginar que podría cambiar o transformar en una prenda nueva, así era mi proceso creativo.
Fue así que una noche al volver, mientras hacía las maniobras, de estacionar el auto en reversa y con sumo cuidado para no golpearlo, observe algo que llamaría demasiado mi atención, el lugar marcado con el número 309.
Estaría tal vez a siete u ocho espacios alejados del mío, había una vieja camioneta de color plata que se notaba no movían hace meses pues estaba llena de polvo. Detrás de ella se encontraba una mujer de aproximadamente cuarenta años la cual parecía estar haciendo algo con sus manos, pero no lograba discernir muy bien cuales eran sus acciones y mientras fingía buscar algo dentro de mi auto, observaba atentamente hasta que; supongo por mi poca practica en espiar a los demás, la mujer advirtió de mi acción y huyó rápidamente hasta las escaleras que llevaban a planta baja del edificio.
Ya inquieto por el comportamiento tan extraño de la mujer, caminé con lentitud mientras intentaba ver lo que había estado haciendo. Caminé tan cerca como pude sin levantar sospechas; ya de por sí no era el vecino más aceptado para que después me terminaran incriminando por dañar la propiedad ajena o algún intento de robo.
Había un charco en el costado donde había estado la mujer, sin embargo, se veía extraño, sabía que no era agua, tenía espuma blanca encima y se miraba con una consistencia babosa o gelatinosa, un aroma ligeramente agrio y entre el charco miraba una madeja de cabellos que sospechaba eran de la mujer pues eran bastante largos.
—Tal vez vomitó…- Pensé mientras miraba con asco el charco y me alejaba con rapidez. Me sentí intranquilo, algo no me agradaba de lo que había visto y no era por que hubiera visto vomitar a alguien si no por que algo de lo que había observado se miraba fuera de lugar. Aquella noche sería la primera de muchas en las que no podría conciliar el sueño pensando que sucedió en aquel espacio.
Transcurrirían un par de semanas, en aquel lugar marcado con el número 309 siempre por las noches solía haber alguien en el vehículo o recargado en la pared del sótano. A veces eran un grupo de personas o a solo una, nunca volví a ver a la mujer de aquella vez, pero el hecho de que siempre pasara algo me parecía algo más que una simple coincidencia.
Ya me había hecho varias teorías, que iban desde ser un punto de narcotráfico hasta alguna especie de reunión secreta para intercambios sexuales; me resultaba igual de incomodo, pero había decidido simplemente ignorarlos.
Una noche mientras bajaba de mi auto una serie de materiales que necesitaba para un vestido, resbaló de mi mano un carrete de hilo que terminó llegando hasta debajo de la camioneta del 309.
—Maldición…- Murmuré mientras dejaba la caja donde tenía los demás materiales sobre el capo del auto. Me agaché y mientras intentaba alcanzar el carrete de hilo fue que observé el piso. Había manchas de un color marrón parecido a la sangre seca.
De inmediato me eché para atrás horrorizado —Es solo pintura— Me dije a mi mismo para tranquilizarme, aunque la duda seguía en mí, mientras me estiraba para lograr tomar el carrete de hilo. Inútilmente terminé regresando al auto por una larga escuadra que utilizaba para mis diseños con la finalidad de jalar el carrete y poder ponerme a trabajar.
Mire de nuevo las manchas, note que el rastro llevaba hasta la puerta del copiloto de la camioneta. Ya habiendo recuperado el carrete de hilo, mi curiosidad fue más fuerte que mi miedo y asomándome por la ventanilla sucia trate de ver si había algo más dentro que me diera una idea de a que pertenecían las manchas.
La manija de la puerta igualmente tenía salpicaduras y tras observar con dificultad pude ver que había lo que yo notaba como una figura humana recostada sobre el asiento del copiloto. Miré lleno de miedo durante varios segundos hasta que el sonido de un coche aproximándose me hizo volver mis pasos rápidamente.
No quería verme involucrado en un crimen ¿Y si estaba dormido? ¿O dormida? ¿O muerto? ¿Y si era un maniquí? Mas de una ocasión durante mi formación universitaria me había terminado asustando con los maniquíes que había en las aulas. No podía pasar esto por alto, pero para no hacer un escándalo opté por la manera más segura de buscar ayuda. Subí presuroso hasta la recepción y de inmediato le avisé al vigilante que se encontraba detrás del escritorio.
—¡Rápido tiene que llamar a una ambulancia hay una persona herida! –
El vigilante, un hombre de tez oscura, alto y de complexión robusta me miro con calma y levantando una ceja respondió —¿En dónde? –
Tras narrarle rápidamente lo que había visto el hombre lanzó una risotada y con una sonrisa burlona me dijo
—¡Vaya! ya me habían comentado que aquel programa de bromas de la televisión haría algo aquí cerca, pero no pensé que fueran tan malos. Vamos amigo, dile al camarógrafo que salga de donde sea que esta, ya los he descubierto.
¿Qué? No entendía qué, de lo que había dicho, lo hizo pensar que esto era una broma. Molesto le respondí que no era una broma de ninguna manera y que había una persona que pudiera estar en inminente peligro o muerta y que debía hacer algo. Esta vez el hombre levantándose de la silla en la que se encontraba suspiró y con un tono de voz serio me respondió.
—Escuche amigo, no lo conozco, pero… No existe ningún lugar marcado con el número 309, así que no hay manera de que lo que me comenta sea real. Así que, si me permite, debo seguir atendiendo a mis labores, le pido que se retire.
—¡Bueno tal vez me equivoque con la numeración, pero tiene que ir a ver! ¡¿Qué no lo entiende?! ¡Es una situación de vida o muerte! ¡Acompáñeme a ver la camioneta que le digo! ¡Le juro que no miento! – Respondí fúrico ante la falta de empatía de este hombre. ¿Cómo podía ser posible que fuera tan indolente?
El hombre se acera a mí e inflando el pecho exhala a manera de intimidarme y molesto responde. —Lo voy a repetir una vez más caballero. NO HAY UN LUGAR MARCADO CON EL 309 NI NINGUNA CAMIONETA CON ESA DESCRIPCIÓN EN ESTE EDIFICIO. Retírese o me vere forzado a utilizar la fuerza al estar alterando el orden de la propiedad. Es mi última advertencia.
Alcanzaba ver como el hombre llevaba su mano derecha a su cinturón en el cual portaba alguna especie de arma. Mas asustado aún, tan solo di un par de pasos atrás y miré de un lado a otro desesperado por la situación. Abandone la recepción tan rápido como pude y volví al sótano —¡Pues al diablo entonces! — Pensé ¿Cómo era posible que no me creyera, encima de todo ¿Ni si quiera se había tomado la molestia de venir? Llamare a la línea de emergencia desde el apartamento, voy a tomar la matricula de la camioneta y le demostraré a ese engreído que estaba equivocado.
Camino furioso hasta mi vehículo para tomar mis olvidadas pertenencias y cuando observo la caja dónde tenía mis cosas veo que han dejado una nota de papel de tamaño mediano doblada por la mitad.
La tomé y con miedo la desdoblé, sabía que no traía ninguna nota y que apenas me había ido unos minutos. Alguien me había observado, ahora tenía más miedo que nunca. La nota traía una especie de glifo con formas triangulares dibujado torpemente con lápiz y la palabra
“SORTILEGIO 309”
¿Era esto una especie de broma? ¿Y si el vigilante decía la verdad y tal vez alguien me estaba filmando?
—¡Ya está! ¡Me atraparon! ¡Salgan! ¡Esto ya no es gracioso!
Grité por todo el lúgubre sótano. No hubo ninguna respuesta. Me sudaban las manos, sentía los latidos de mi corazón retumbando en mi cabeza. Decidido a no permanecer ni un instante más tomé mis cosas y con miedo caminé hasta la camioneta solo para confirmar que no era una broma y que no había perdido la cabeza.
Para cuando me acerqué la puerta del copiloto se encontraba entreabierta. Observe como habían arrastrado algo por las marcas de polvo y ese líquido marrón en el piso. Me acerque mientras mis instintos me gritaban que huyera lo más pronto posible. Habían retirado o se había ido quien fuera que estuviera dentro. De dentro de la camioneta emanaba una peste a podrido que era apenas soportable. El asiento estaba lleno de una mancha marrón oscura igual a la de la manija, estaba seguro que esto era sangre, no podía ser otra cosa.
Retrocedí mis pasos y por fin mi poca entereza colapso haciéndome caminar tan aprisa como pudiera a mi apartamento, juraría que las miradas de las ventanas me acosaban más fuerte que nunca ¿En que clase de lugar estaba? ¿Era esto una especie de secta o comunidad satánica? ¿Qué había sucedido con lo que había visto? ¿Por qué el guardia no me había creído? No entendía nada, pero aquella noche antes de irme a dormir como seguridad adicional atrancaría mi puerta de entrada con una silla y dejaría unas grandes tijeras para sastre bajo mi almohada.
No era una opción el mudarme, tenía un contrato de un plazo forzoso de un año y no estaba en posibilidad de si quiera abandonarlo y rentar en otro lado, el dinero no me alcanzaría. Pensé en lo mucho que pudiera hacer hasta que inadvertidamente me quedé dormido.
Tras quince días de aquel extraño y macabro incidente y de contarle a mis amigos todos llegaron a la conclusión de que debió ser alguna broma de adolescentes inquietos y que mejor me ocupara de mis asuntos.
pensé ya encontrarme en paz, hasta que mientras me preparaba el desayuno, escuché el deslizar algo de manera forzada debajo de la puerta la cual seguía atrancando por precaución. Al instante de escuchar aquel ruido dejé de inmediato la sartén que sostenía y caminé hasta la puerta.
Un sobre amarillo de tamaño mediano con algunas huellas marcadas de aquel mismo color marrón se asomaba torpemente por la puerta. Atemorizado y molesto levanté el sobre mientras escuchaba unos pasos apresurados bajar las escaleras; no iba a arriesgarme a perseguir a nadie, en vez de eso abrí el sobre para encontrar solo un trozo de papel de color rojo que contenía otro glifo similar al que había visto en la nota seguido de una frase que me pareció incomprensible y sombría.
“Mors Et Vita. Sortilegio movere 304”
Me llene de miedo al ver el número escrito. No tenía idea de que significaba las palabras, solo tenía algo bien claro. El número 304 era el de mi apartamento y fuera quien fuera no lo había anotado por casualidad.
Dejé la nota sobre la mesa mientras aturdido apagaba la estufa y me tumbé sobre el sofá para pensar en que clase de infierno me estaría sumergiendo y por qué a mí; un simple modista lo habían elegido como su víctima…