¡ Hola que tal amigos y queridos lectores! Les deseo que estén teniendo un increible inicio de año y que conforme vaya pasando este se vaya pintando de los colores que ustedes sueñen. En esta ocasión les comparto un episodio que moría de ganas por ya publicar y es que cuando lo lean quedarán boquiabiertos. Les recuerdo que cada vez nos acercamos más a la recta final de esta emocionante saga que inicio desde el año pasado y que gracias a su preferencia y tiempo han seguido el ritmo.
Igualmente no quiero concluir esta breve narración en que no olviden que ya estan disponibles en formato físico y digital mi saga “Diario de los últimos días en la tierra I, II y III” y que próximamente también les estaré dando emocionantes noticias acerca de ese proyecto.
Sin más por el momento, les dejo con este episodio.
Disfruten el viaje.
Episodio X: Más Amorè
Quizá si me hubiera quedado en casa más tiempo, igual y no hubiera cometido los mismos errores de mi adolescencia, y hubiera sido una chica diferente. Pero tampoco tengo que pensar en si pudiera cambiar el pasado. Esta soy yo. Soy estos cuarenta kilos de desenfreno, de luz y calor, soy la estrella de este show porque yo me gané el lugar en el que estoy. Yo soy Kandy Frenezeco y lo merezco todo… O esa era yo antes de que mi luz se apagara.
De no haber sido por mi amiga Mitsy, mi vida no hubiera cambiado tanto como cambió. Entrar a Cerberus fue fácil, guiñar un poquito el ojo, pretender interés, era algo que había perfeccionado con los años. El de recursos humanos era un tonto, creyó que se iba a acostar conmigo a la primera, pero soy demasiado inteligente para dar mi cuerpo a cualquiera.
La verdad, soy una mujer bastante vacía, no hay mucho que ver fuera de mi piel, mi cuerpo envidiable, mi sonrisa bonita, mis ojazos preciosos. No es que tenga algún talento especial ni que haya algo más destacable, pero jamás me molestó. He hecho lo que puedo con lo que la vida me dio.
No tengo hijos porque estoy segura de que no me puedo embarazar. ¿Y cómo lo sé? Pues porque en mi adolescencia tuve tantas relaciones sexuales promiscuas que el hecho de no haber quedado embarazada me dejaba en claro que yo no nací para ser mamá, y qué mejor. ¿Cómo podría hacerlo si yo no tuve una? Tempesta me dio cariño, cuidado y sustento después de lo de papá, pero no sentía un especial afecto con ella. Es más, yo creo que nuestro trato era bastante claro. Yo llevaba algo de dinero para la comida y ella no se metía mucho en mis asuntos.
Para mí el cariño era una cosa rara, era algo que no sentía, era cómo cuando te preguntan qué se siente rezar o meditar, quién sabe. Yo no sentía cariño por los que estaban a mi alrededor, pero si algo adoraba era lo opuesto. Era sentir el cariño de los demás hacia mí.
Cuando yo conocí a Joshua fue como si cayeran miles de cubitos de hielo sobre mí. No me hizo caso. ¿Qué se creía ese gordo engreído pensé? Lo molesté, lo intenté seducir vagamente, pero por más que lo intenté en varias ocasiones, simplemente no cayó.
Yo creo que es gay, pensé primero. Pero entonces un día, después de que Raziel nos citara para hablar con nosotros, hizo algo que jamás esperé. Me prestó atención, una muy diferente, porque no me vio el culo o las tetas, eso hubiera sido lo normal. Me vio la cara. Pero no en el mal sentido, sino que me vio a detalle, me dibujó con pasión. Recuerdo que ese día, después de haberme dado ese dibujo, regresé muy contenta a casa y lo guardé en un pequeño baúl donde guardaba las primeras cartas de amor de mis novios y novias en la escuela secundaria.
Lo vi con otros ojos, no era solo un gordito más. Era un hombre especial, su forma de ser tenía una luz muy distinta a los demás. No apestaba a lociones corrientes, no usaba ropa cara. Era como un niño, uno disfrazado de adulto tratando de sobrevivir y eso despertó algo en mí que jamás pensé.
Lo único malo es que Raziel me lo dejó bien claro. Si me casaba con él, nos mataba, fuera ahora o después del trato. Ni siquiera se tentó el corazón en decírmelo. Él estaba seguro de que Joshua terminaría enamorándose de mí y yo, sin dudarlo, le dije que eso era prácticamente imposible porque yo no me quería casar.
Aunque si algo no pensé muy bien fue en que se enamorara de la forma en que lo hizo de mí. Porque no tenía mucho problema en deshacerme de los hombres que se habían enamorado de mí, tan solo bastaba poner otro frente a ellos besándome, mucho más grande y fuerte para desmotivarlos. Yo sabía que no era mujer por quien pelear, yo era moneda común, así que cuando lo presenté con Tempesta me pareció una broma pícara. Fue una lástima que la broma terminó cayendo sobre mí.
Antes de Joshua, Kandy fue una y después de Joshua, Kandy fue otra. Eso me podría decir tranquilamente si me diera terapia. Pero yo tampoco podía jurarle lealtad, yo era yo, yo era Kandy. Yo no merecía solo el amor de un hombre, yo merecía el amor del mundo. Yo quería que me amaran más, muchos y muchas más, quería deleitarme en la boca de más de uno. Pero cuando besaba a Joshua, sentía algo que ni siquiera el polvo blanco colombiano podía hacerme sentir y eso era algo especial.
Las primeras citas, yo volvía enojada. ¿Por qué no podía ser cómo siempre? ¿Por qué me estaba dejando enamorar como una colegiala? Yo crecí en el barrio, yo soy una gata negra paseando por las noches fundida entre las sombras, yo me he roto un diente en una pelea por una botella de ron barato en un bar. Yo no era la Kandy que Joshua estaba enamorando.
Entonces hice lo único que pensé que era la mejor solución. Ser yo. Ser cómo siempre he sido yo. Y ser cómo tenía que ser con Joshua. Podía ser las dos al mismo tiempo.
Yo sabía que Joshua tarde o temprano se aburriría de lo que iba a hacer, pero estaba bien, era algo que estaba dispuesta a pagar. Porque al menos así podía tener todo lo que había anhelado, todo el amor que había soñado. Y es que si el dinero era algo muy bonito, me pude comprar los zapatos que siempre había visto en las vitrinas, esos collares de perlas que hacen que los hombres caigan hipnotizados a tus senos y todas las tonterías que uno quisiera, pero siendo
honestos, el dinero nunca es nuestro. Es de alguien más, algún día lo vas a gastar, pero el amor, contrario a lo que pudiera alguien más pensar, es únicamente mío, ese nadie me lo puede arrebatar, ese te lo entregan hasta sentirte acaudalada. Eso era mi verdadero placer. Ahogarme en amor.
Por eso necesitaba a más gente que Joshua, para satisfacer esa hambre de amor, para bañarme en esa sensación de importancia, eso era lo que más deseaba de esta estafa. No era la cantidad de dinero, era la cantidad de amor que podía acumular. Sabía que no podría ser eterno, pero al menos mientras durara esta canción, iba a bailarla con toda la pasión que mi cuerpo me permitiera.
Fueron hombres, mujeres, a veces los dos. Esa era mi especialidad. Joshua no lo sabía o si lo sabía, fingía demasiado bien no saberlo. Pero no hubo uno solo de los socios de esta pirámide que no cediera su dinero a cambio de mi seducción. Era la forma en que los veía, cómo caminaban hacia mí, cómo los invitaba a recorrerme, en analizar lo que les gustaba, hacerlos ansiar darme su amor.
Y al final de la jornada, cuando llegaba exhausta, ahí estaba Joshua, el verdadero amor. Ese que sabía que no tenía que seducir, ese que estaba ahí sin que pidiera algo más. Era un masaje en los pies, una película en el sofá, bailar “Careless Whisper” a la luz de las velas, era todo eso y mucho más. Me sentía en la primavera de mi vida.
Por eso, cuando encontré a Joshua y a Romulo planeando contra mí, me dolió tanto. Porque se rompió mi amor, fue como si una bomba estallara dentro de mi cabeza y me dijera “Rómpelo todo”. El único que había logrado demostrarme un amor distinto había resultado igual que los demás. No importa lo que diga Joshua, si me hubiera incluido en sus planes, esto no hubiera pasado.
Yo ya había escuchado de las siglas VIH. Es más, comenzaba a creer que jugar este juego me llevaría a ese punto, pero la puñalada final volvió a venir de Joshua cuando me di cuenta de que me había contagiado.
¿A dónde se iba a ir todo mi amor? ¿Me iba a quedar sin amor? No quiero estar sin el amor de todos, Joshua también se iba a ir. Me sentí aterrada.
Yo había aprendido a disparar desde adolescente. Una mujer como yo se tenía que saber defender y cuando sales con delincuentes de poca monta, casi siempre tienen un arma y es bastante emocionante sentir la energía de la pistola corriendo por tus muñecas y tus brazos. No tenía miedo de dispararle a nadie y ya lo había hecho incluso para amedrentar en más de una ocasión. Pero esta vez sí iba a disparar por odio y el odio iba en contra de quien me arrebató lo que había anhelado siempre.
Cité a Raziel en el hotel con el pretexto de presentarle a dos atractivas socias. Yo ya había tenido sexo con él en múltiples ocasiones, no era malo, es más, debo reconocer que su miembro era de un tamaño bastante bueno y sabía usarlo con gran astucia.
Los hombres son tan simples de manipular, por eso ni siquiera pensó cuando le dije que había dos mujeres más. Supongo que pensó que iba a pasar la mejor tarde de su vida. Pero se equivocó y pasó la última tarde de su vida después de verme entrar por la puerta y sin avisar, dispararle.
Yo pensé que nos iban a detener, cuando llamé a Joshua fue con toda la intención de inculparlo, tenía todo el odio del mundo contra él. Pero entonces, nuevamente hizo algo que no esperaba. Pensó en la forma de salir del problema protegiéndome.
Lo vi de rodillas frente a mí después de humillarlo hasta el cansancio y quedarse junto a mí. Y entonces, cuando Joshua me llevó de vuelta a casa de mi abuela casi al amanecer con desesperación y tristeza, apenas se atrevió a rozar mi mano y pedirme perdón.
Sentí como si me quitaran una venda de mis ojos. Lo vi con una desilusión que jamás había mirado en la cara de otro hombre. Lo noté destruido y entonces, por primera vez, hubo una ligera incomodidad en mi corazón. La que lo había roto había sido yo.
“Kandy… Vamos a salir de esto… No sé cómo, pero vamos a salir, te lo prometo. Por ahora, mantente tranquila, pídele a la asistente que posponga todas las reuniones en lo que intento buscar ayuda. Te prometo que no tiene nada que ver con Rómulo ni nadie que sea peligroso, voy a ponernos a salvo. Solo quédate aquí, ¿entiendes?” Dijo Joshua con el tono más suave y tenue que hubiera oído.
La incomodidad de mis sentimientos fue tal que lo único que hice fue bajar del coche y decir: “Más te vale”.
Hice lo que jamás había hecho por un hombre y eso era hacerle caso. Me quedé quieta. No hice nada más. Traté de poner mi corazón en su lugar, pero no estaba allí, estaba en algún lugar buscando cómo llenarse de nuevo. Estaba furiosa, estaba intranquila, ansiosa, incluso abusé de todas las sustancias que me podrían calmar, pero todo era en vano.
Tempesta podía notar que algo había pasado y acercándose a mi cama mientras estaba recostada, me acarició un poco la pantorrilla y me dijo:
“¿Te peleaste con él?”
Adoraba su inocencia. Ojalá hubiera sido tan sencillo como una pelea. ¿Ahora cómo le decía que me iba a morir? ¿Qué en un arrebato de locura había matado a mi jefe? ¿Qué si bien me iba, tal vez estaría en la cárcel en unos días? Esto no eran los 40’s, esto no era una pelea porque no alcanzó el sueldo por la segunda guerra mundial de la que tanto le gustaba hablar.
“No… Es… Es otra cosa, Abu”, le respondí con apatía.
“Ay hija, mira, los hombres así son… Mi mamá me dijo una vez que un
hombre no tiene que gustarnos como es, sino cómo nos trata, que eso es lo único importante. Yo sé cómo eres y también sé cómo tratas a los hombres y déjame decirte que has tratado cómo has querido a Joshua y, pese a todo, aquí sigue. ¿No crees que merece un poco de tu corazón?”
“¿Te pido un favor?” Le respondí a punto de llorar.
“El que quieras…” Dijo Tempesta mientras me continuaba acariciando.
“No le digas a Joshua jamás que lloré por él…” Contesté mientras me secaba las lágrimas.
Tempesta echó una risita y me dijo, “Eres una orgullosa… Pero sí, sabes que yo no le diré nada.”
Aquella noche no dormí nada. En vez de eso, decidí salir a uno de los lugares que más me gustaba, a “La guarida”, a ese bar que había ido con Joshua y Romulo y que claramente conocía a la perfección. Era uno de esos lugares donde una puede ir a relajarse, ser cómo una quiera.
Tomé un fajo de billetes de debajo del colchón, revisé mi maquillaje, me puse la ropa más escotada que encontré y después de esparcir un poco de perfume, salí.
El taxi tardó apenas minutos antes de que ya estuviera estirando mis piernas para entrar y saludar con un beso en la mejilla al guardia de la puerta. Este era mi ambiente. Aquí era la reina.
De inmediato me acerqué a la barra y pedí lo usual, un ron doble con un poco de limón y soda. Quería por un instante vaciar todo lo que había en mi cabeza. Quería sacar a Joshua. Quería olvidar cómo me había puesto a llorar frente a él. Esa no era Kandy, tenía que rescatar a Kandy y esta era la forma más clara de volver a mi lugar.
Bailar. Beber. Bailar. Beber. Bailar. Inhalar una línea. Volver a bailar.
Comienza a llenarse más el lugar, comienzan a verse las caras borrosas. Entonces, al salir del baño después de la segunda línea, termino chocando con una espalda ancha y una figura alta.
“Uy… Perdón, grandote. Es que no te vi,” dije mientras le daba una sonrisa.
Rubio, de cejas gruesas, nariz afilada, ojos cafés y una barba bien recortada. Podía ver que traía buena ropa, la clase de hombres que me podían dar lo que buscaba.
“¿Perdón, muñeca? Sentí que choqué con un ángel, ¿fuiste tú?”
Un piropo barato, típico. Pero quise seguirle el juego. “¿Muñeca? Pues de qué aparador viste que me bajé, no, cariño, yo… soy una reina.”
Él suelta una risa con su gruesa voz y me invita a su mesa. Ni siquiera lo dudo. Puedo ver que viene acompañado de más hombres y un par de chicas que se nota o son de una clase muy baja o son prostitutas baratas por la forma tan horrible de maquillarse y la ropa vieja que usaban.
Mafioso. Estaba segura de eso y lo más seguro era que él era mínimo el que manipulaba a todos los idiotas que lo acompañaban.
“¿Y entonces? ¿Vienes solita?” Dice mientras me sirve un vaso con bastante hielo y vodka.
“Tal vez… Pero no me gusta hablar de cómo vengo, sino de a dónde voy…” Dije mientras daba un trago al vodka y escuchaba a sus acompañantes reír y divertirse entre ellos.
“Packie. Pero para ti puedo ser tu rey… ¿O no? Reina?” Dice mientras me toma por la barbilla para besarme.
“Ah ah… No tan rápido, jovencito. ¿Qué tu mamá no te enseñó cómo cortejar a una dama? ¿No merezco bailar un vals?” Tras extenderle la mano, se levanta y me lleva a la apretada pista de baile.
“Soy Kandy. Un gusto, Packie.”
Bailamos con gusto. O al menos yo bailaba con gusto. Ya podía comenzar a sentir la incomodidad irse, pero seguía habiendo algo, necesitaba más alcohol, más de todo, era la única forma de sacudir lo que sentía.
Perdí la cuenta de cuántas canciones bailamos, pero el calor y el dolor de mis pies por los tacones me pedían descansar y mientras abrazaba a Packie al terminar los últimos segundos, puse mi mano sobre su cadera y entonces sentí algo peculiar.
Mínimo debía ser una pistola medianamente larga, acomodada detrás de su pantalón. Lo natural hubiera sido quitar mi mano asustada, pero no creo que hubiera sido lo más inteligente. Lástima que Packie había pensado antes que yo.
“Hmmm… Esa manita no va ahí… Ese juguetito es mío.”
“Tranquilo, bebé… No me gusta jugar con juguetes de niños. Ven, vamos por algo más de tomar que me están matando los pies, ¿sí?” Dije mientras lo miraba con la mirada más tierna que pudiera expresar para distraerlo.
Volvimos a la mesa. Sus acompañantes estaban bailando y otros más parecían haberse ido o desaparecido de mi vista.
“¿Entonces… Kandy? ¿Qué te parece si vamos a algún lugar un poquito más privado? Mis amigos tienen otros planes y yo… creo que ya tengo uno mejor…”
Afirmo y le pido un instante para ir al baño. Atravieso la multitud y entro para arreglarme un poco y hacer del baño. No quería arruinar mi plan a mitad de camino porque tomé demasiado antes de salir. Esta vez es una línea y un poco de ácido. Pero solo un poquito. Insisto, no quiero arruinar mi noche.
Para cuando salgo, el mundo ha cambiado, todo se ve y se siente cómo debía, pero había algo que en mí punzaba en mi pecho. Packie me esperaba en la puerta del baño y de inmediato me tomó de la mano para salir y subir a una lujosa camioneta con los vidrios oscuros.
Sacó un cigarro que de inmediato, por el aroma, entendía tenía algo más. Me compartió entendía tenía algo más. Me compartió y así lo dejé que me llevara a dónde le plazca. No tenía miedo, no era la primera vez que salía con algún delincuente de poca monta, aún tenía incluso el contacto de Jason, mi exnovio colombiano con quien salí y en caso de necesitar ayuda podía llamarle. Pero Packie no representaba ningún peligro, podía ver el hambre que tenía de mí y eso me encantaba.
Entramos a una casa lujosa. Me siento desorientada por todo lo que hay en mi cuerpo mientras mi corazón late a toda velocidad. Apenas cruzamos la puerta me comienza a besar y me levanta con esos brazos fuertes mientras jala mi vestido para bajarlo.
“Ah ah… Nada de romper… Quiero volver vestida a casa,” digo mientras besa mi cuello.
Me siento un poco más cerca de que todo mi cuerpo se sienta igual que antes. Pero ¿por qué? ¿Por qué no se va? ¿Por qué sigue esta incomodidad? Mi corazón está latiendo rápido por toda la mezcla pero aún así no late igual.
Me tira en la cama y comienza a besar mis muslos mientras yo solo abro mis piernas. ¿Qué está pasando? ¿Dónde está mi amor? ¿Por qué no puedo sentirlo? Empiezo a fingir. Mis ojos miran a todos lados desesperados buscando el placer que suele haber, pero no está. No está en ningún lugar.
Intento cambiar la jugada, quizá es que le falta talento a este idiota, si eso debe ser. Me monto encima de él mientras le arranco los botones de la camisa y veo su pecho musculoso y ese tatuaje feo en su pecho. Muevo mis caderas para sentir su pene. Me saco el vestido y le muestro mi cuerpo. Me besa, lo beso. Pero mis labios no besan cómo deberían besarlo, mis ojos no pueden verlo con la lujuria que debería. ¿Qué razón hay detrás de esto?
No importa lo mucho que intenté desearlo, no había nada, mi corazón seguía latiendo de una manera extraña. Mis labios seguían sintiéndose tan extraños, mis dedos por más que acariciaba todo su cuerpo no me daban nada. Ni siquiera ver el pene tan grande y duro me provocó nada que no fuera incomodidad.
Fingí tan mal, fue lo peor, cada segundo se volvía una tortura, me empecé a sentir sucia con la saliva de su boca, con la agresividad de su sexo, con la forma en que me trataba. Pero seguía fingiendo, seguía diciendo las mismas palabras sensuales que decía a todos. En medio de esta pesadilla mientras me mordía el cuello se detuvo y mirándome confundido dijo:
“¿Josh? ¿Qué es eso?”
¿Qué? ¿Qué había dicho? Me asusté mucho más.
“Que… Diosh, eso dije. Diosh, es que tienes un tremendo animal en las piernas, bebé…”
Me ignoró. Siguió, yo solo cerré los ojos para que las cosas pasaran lo más rápido posible. Ni siquiera sé en qué momento tuvo el orgasmo pero yo, cansada de esto, fingí el más falso orgasmo que pude y le pedí que parara.
Lo bueno de tener sexo con los hombres es que casi siempre después de tener un orgasmo se quedan dormidos y él no fue la excepción. Yo, por el contrario, tardaría más de una hora para dormirme. Me sentía angustiada, rara, sucia, frustrada, me sentía más enojada que antes de salir de casa.
¿Por qué había salido de mi boca la palabra Josh? ¿Quizá era que había consumido demasiado? ¿Era porque había llorado frente a él? Mi cabeza comenzaba a dolerme mientras seguía intentando conseguir una verdad.
Miré con calma el lugar donde estaba ahora que Packie dormía. No disimulaba ni un poco lo que hacía, aunque no tendría por qué estando en su casa. Armas, cajas, fajos de billetes, ropa tirada. Era un narcotraficante a todas luces. No me asustaba en lo más mínimo, pero lo último que necesitaba era más problemas así que esto quedaría en algo de una sola noche.
Cuando desperté ya era algo más allá del mediodía. El ruido de la regadera a lo lejos y el olor del jabón se esparcía por la habitación.
“Pues no se ve nada mal aunque le hace falta un toque femenino…” Pensé mientras veía con más claridad el lugar. Los muebles se veían de buena calidad, una televisión grande. Pero sorprendida a mi lado habían dejado una rosa de color rojo junto a una nota de papel doblada:
“Para mi reina.”
Ridículo. El típico hombre que quería parecer diferente a los demás después de acostarse con la facilota del bar. Si tuviera un miralio por cada regalo que me dieron después de tener sexo, seguro ya tendría casi el mismo dinero que he ganado estafando.
Vi salir a Packie semidesnudo con una pequeña toalla enredada en la afilada cadera. La verdad es que no tenía un mal cuerpo, incluso no era feo. De no ser por todos esos horribles tatuajes de mafioso podría verse mejor, pero no me daba ni un poco de asco lo cual me hacía volver a pensar. ¿Qué había pasado anoche? Tenía muchísimas más preguntas que respuestas pero, como no quería quebrarme la cabeza por ahora por la terrible resaca, tan solo me dejé llevar por el momento como solía hacerlo y dejé que el piloto automático de Kandy devorahombres actuara en mi lugar.
Debo reconocer que Packie no era un mal sujeto, hasta me llevó a casa cuando normalmente me mandan en un taxi o hasta termino yendo por mi cuenta. Tempesta se veía ligeramente molesta cuando entré.
“¿En serio, Kandy? Ayer estabas llorando y hoy llegas oliendo a colonia de otro hombre… No tienes remedio. Métete a bañar, hueles a no sé qué tanto… Si Joshua llega y te ve, yo no te voy a encubrir.”
“¿De veras, Abu? ¿Ahora te vas a poner de su lado? No puedo creerlo.”
“Ya te dije, tienes que enamorarte de un hombre por cómo te trata y es lo más cercano a un hombre que yo te he visto así. Si no lo cuidas, me voy a enojar mucho contigo.”
Ojalá Tempesta entendiera que Joshua no había hecho nada más que ponerle clavos a mi ataúd, que me había traicionado, que me había roto el corazón, algo que creí que nadie jamás haría.
Joshua regresó con un montón de documentos a firmar. Me pidió cambiar mis palabras para las siguientes reuniones con los socios, pero esta vez la que estaba indispuesta era yo. ¿Cómo se supone que iba a actuar si había perdido mi toque? ¿Mi confianza? Le pedí una semana. Le puse pretextos, cómo sea sabía que Joshua era una apuesta segura y que si le pedía que esperara, de cabeza lo haría.
Volví a intentarlo, un bar diferente. Esta vez con menos psicotrópicos. Solo alcohol y fiesta. Intenté animarme, intenté subir el calor de mi noche. Intenté esta vez que fuera con una mujer. Nosotras somos diferentes, nosotras tomamos una flor con delicadeza.
Ni siquiera esa piel morena pudo devolver esa sensación de satisfacción. Era como si alguien hubiera puesto pausa a mi película, como si estuviera viviendo sin vivir. Lo intenté. Prometo que lo intenté una y otra vez. Incluso volví a ver a Packie, quien fue esta vez mil veces más gentil.
Tampoco quería romance, no quería ilusión, ni siquiera yo sabía ya lo que quería, pero quería de vuelta eso que se fue en esa habitación de hotel donde murió Raziel.
No quedó más opción que seguir, pero cómo era de esperarse, las cosas no salieron como Joshua lo había calculado y esta vez había sido mi culpa.
Fue cuando, en una cita con la primera encomienda por parte de Joshua para aplazar una reunión con Raziel, me puse nerviosa. Titubeé, el recuerdo de lo que había pasado me hizo desquebrajarme e inconscientemente ponerme a llorar, y tuve que pedirle al cliente que me diera otro día para hablar porque me sentía mal.
Joshua intentó nuevamente arreglar las cosas, podía ver el empeño que estaba poniendo en solucionar las cosas. ¿Y qué estaba haciendo yo? Yo era la tonta que ya ni siquiera podía cumplir con su parte del trato.
Me distancié más de él. No quería estar con él. Porque con él aquella punzada en mi corazón se sentía menos incómoda y eso me irritaba más. ¿Por qué con él? ¿Por qué no podía elegir con quién? ¿Por qué ya no podía conformarme con el amor de todos los demás? ¿Por qué?
Tal vez era que esta enfermedad te robaba la sensibilidad, o te afectaba el cerebro. Tal vez era que yo no había dado la oportunidad a mi cabeza de entender lo que estaba pasando.
Ahora ya frecuentaba más a Packie, era un sujeto al que no le ponía ni un poco de atención, pero era mi único escape, era mi salvación a no estar en casa por las noches, era mi proveedor de drogas seguras y mi forma más cercana a la Kandy que fui antes de Cerberus. Lo veía genuinamente interesado en mí pero si algo era seguro es que Packie era una bola de nieve que se convertiría en una avalancha tarde o temprano.
A veces traía marcas en sus manos, las botas llenas de lodo. Salpicaduras de sangre en la camisa. Él no era alguien con quien debía jugar. Pero una parte de mí decía ¿Qué más da? Igual me voy a morir.
Estaba mareada. No me refería a un estado de salud. Me refería a un estado de ánimo. A mi estabilidad emocional. No sabía dónde despertaba, dónde dormía, me maquillaba por instinto. Elegía las alhajas de manera automatizada, usaba colores básicos. Hasta la forma rutinaria de consumir no me provocaba algún placer, no sé cuántos días he vivido así. No tengo una percepción del tiempo clara, ni siquiera sé en qué momento mi memoria se tornó difusa, en qué momento perdí la conciencia. Fue hasta que el reflejo del sol en el espejo me hizo reaccionar y pensé.
Si alguien en algún lugar… Vivió lo que yo, díganme ¿A dónde debo ir? – Dije al espejo del que inhalaba los restos de mi dosis mientras mis lágrimas caían sobre el espejo.
¿Y si les pido perdón? ¿Si le digo a todos que los engañé? ¿Si devolvemos el dinero? Quizá limpiar mi culpa me ayude a sentirme mejor.
No… Qué va, si el mundo no es así. Seguro que si hacemos eso no nada más me matan a mí sino matan a Joshua y a todas las personas que nos rodean…
Hoy era un día muy importante. Era el día de presentar el informe antes de la primera presentación de la tecnología que tanto habíamos prometido desarrollar a todos los involucrados. También era el día en que la estrategia alternativa que había planeado Joshua se pusiera en marcha, incluso había contratado a un doble que fuera casi idéntico a Raziel para ganarnos tres meses más para huir, argumentando algunos ajustes que tenían que ver con cosas que no me complicaba en entender. O eso era lo que me había prometido.
Entrar a esa sala de juntas ovalada llena de hombres trajeados fue como revivir cada momento de este frenesí. Para mí, todos ellos estaban desnudos. Conocía cada cuerpo de ellos, los había consumido a todos. Eran cigarrillos apagados apestando la sala. Incluso más de una mirada aún se veía lujuriosa de volver a tocarme.
La reunión fue poco productiva. El actor había logrado apenas despertar pocas dudas y es que era evidente; por más que Joshua hubiera encontrado a alguien que se asemejara a Raziel, no era una estrella de pop para poder analizar sus palabras, movimientos, recuerdos, entre otras cosas. No importaba lo mucho que Joshua hubiera juntado información para dársela, no había convencido y eso se notaba cuando un par de los socios reunidos había rechazado la propuesta que les dábamos para duplicar los rendimientos con la
promesa de desarrollar adicionalmente una inteligencia artificial para sistemas contables corporativos, algo que no tenía ni la más remota idea de cómo funcionaba o podría hacer y que además a todas luces era falso, igual que todo lo demás.
Por la noche no quedó más remedio que hablar con Joshua. Escucharlo suplicarme me dolía, me era como un chirrido en mi mente, así que enloquecida le dije con firmeza una vez más que parara. Ya ni siquiera las armas le asustaban, él estaba tan enfermo como yo y no estaba consciente de que en lugar de estar desperdiciando sus días en reconquistarme debía pensar en cómo no morirse. En lugar de pensar en él, estaba pensando en mí.
“Mira, Joshua, te lo digo de una buena vez. Deja en paz eso del amor si no quieres que le diga a todos que Raziel está muerto. Es mi última advertencia. Te dije que lo único que íbamos a hablar era lo relativo a terminar este negocio… o lo que queda de él,” dije, impaciente, mientras apagaba mi cigarrillo.
Su silencio era una de las cosas que más me irritaban. ¿Por qué siempre se quedaba callado? ¿Por qué no se defendía? ¿Por qué me aguantaba tanto a mí? Ni siquiera le había prestado tanta atención para que se comportara con tal sumisión ante mí.
“Si no tienes nada más que decir, tengo que irme, me están esperando,” le dije mientras terminaba de tomar mi copa de vino.
“No, Kandy, espera… Escucha, creo que no es necesario decírtelo, pero las cosas en esta reunión no salieron bien. Es cuestión de tiempo antes de que comiencen a indagar los socios con la familia de Raziel sobre su forma de actuar, nos van a empezar a espiar. Bien sabes que lo de conseguir el doble era únicamente para que vieran que Raziel aún existe y sea una figura de respaldo, pero en cuanto se den cuenta de que solo somos tú y yo y un montón de estados financieros alterados, las cosas se nos vienen abajo.
Estoy seguro de que también Rómulo nos está pisando los talones. Ya no te pido que me ames, te pido que me escuches. Vámonos de aquí. Si hablo con Natman, podría comprar unos pasaportes falsos, ocultarnos en algún lugar de Centroamérica y en unos años llegar a Estados Unidos para tratar de curarnos. Estoy seguro de que no somos los únicos enfermos de esto con dinero que no se quieren morir. Los americanos tienen que encontrar una cura, buscaremos tratamientos experimentales, no lo sé.”
¿Unos años? Ni siquiera sé si tendríamos unos meses. Era el plan más estúpido que había oído. En primera, no iba a largarme a algún país de porquería a estar escondida como una rata. Yo no lo era. Después, estaba el hecho de pensar en pasar junto a él todo el tiempo. ¿Para qué? ¿Para confundirme más? ¿Para sentir cómo mis sentimientos se mezclaban cada vez que lo veía? ¿Para no poder curarme del placer que me daba su compañía? Joshua no entendía nada de mí. Me quedaba más que claro que Joshua no tenía ni siquiera una mísera idea de quién era Kandy. De quién había sido Kandy.
Para Joshua, Kandy solo había sido su damisela en apuros a quien tenía que salvar, pero jamás había entendido que yo no quería ser rescatada. Yo podía rescatarme a mí misma, yo quería vivir mi vida como lo hacía. Yo era quien era porque así lo había decidido, yo siempre había estado viendo al mundo desde la cuerda floja de este circo, yo era alguien distinta a quien Joshua decía amar.
“Esto se acabó, Joshua. No quiero oír nada más de ti. No me busques, no me hables, no me llames. Te di la oportunidad de hacerte responsable y ni siquiera eso pudiste hacer. Voy a arreglar esto a mi manera. Te pido que te mantengas alejado de mí. Tienes mis identificaciones y firma. Si necesitas algo, envíalo con el mensajero de la empresa. No te atrevas a mostrarte frente a mi casa porque bien sabes que no tengo miedo de usar un arma en contra de quien sea.”
No lo volví a ver. No lo miré ni un segundo mientras decía esto, porque sabía que si le miraba a los ojos aceptaría su propuesta. Porque no podía alejarme ahora de él y detestaba tanto eso. Porque esta era la única forma de curarme de lo único que me podía curar yo. De un hombre.
Llamé de un teléfono público a Packie, quien me recogió en un parque que estaba a un par de calles de donde me encontraba. Al instante de subirme a su coche, me eché a llorar sobre su hombro como una niña.
Curiosamente, no me preguntó nada. Pese a ser un delincuente, no era un bruto. Me dejó llorar hasta que pude recomponerme un poco y, acariciando mi cabello, me dijo:
“¿Entonces, por quién vamos? ¿Qué tan muerto lo quieres, mi reina?”
“Solo vámonos de aquí…” Dije con desgano.
Packie me llevó a un restaurante irlandés, ni siquiera probé la comida. Packie se levantó varias veces de la mesa mientras yo recargaba mi mentón sobre mi mano, pensando en la forma de huir de aquí sin dejar rastro, o en cualquier otra forma de cómo terminar esto. Si Joshua no tenía la fuerza para hacerlo, yo lo iba a hacer.
El plan de Joshua del doble no tenía ningún sentido; utilizar un doble era solo una inevitable forma de descubrir que esto no era real. Al final, Raziel había planeado que todos desapareciéramos con un incendio masivo en las oficinas, arrojando varios cadáveres de indigentes para que pareciéramos nosotros. Eso era algo que no sabía Joshua, eso era algo que me había dicho a mí en secreto hace poco porque, de cierta manera, confiaba un poco más en mí. Él ya se había dado cuenta de que Joshua estaba totalmente enamorado de mí y yo no lo negaba; sin embargo, ambos estábamos de acuerdo en que él era la base de este plan y que sin él, todo se iba a la basura, por lo que solo me había pedido disponer de él de la manera más sutil cuando fuera necesario. En ese momento, yo no pensaba mucho en eso; en ese momento, la Kandy del pasado solo pensaba en disfrutar el presente.
Estaba tan metida en mis pensamientos que, para cuando Packie regresó a la mesa a sentarse, me di cuenta de que había realmente elegido la opción incorrecta.
Frente a mí no había uno ni dos, había mínimo quince personas con armas esperando a nuestro alrededor. Era claro que Packie los había llamado. Era un hecho que la bola de nieve se había convertido en una avalancha.
“Preciosa, ahora mismo me vas a decir cómo se llama ese cabrón y lo vamos a secuestrar, y te prometo que va a sufrir pero mucho… mucho… mucho…”
¿Qué tienen los hombres con querer solucionar todo? ¿Por qué no nos dejan a las mujeres hacer las cosas a nuestra manera? Tienen que alocarse y demostrar su hombría. Encima de todo, tampoco podíamos matar a todos los que estaban involucrados. Las armas no eran la solución.
“Bebé… ¿Qué te pasa? No, aquí no vamos a matar a nadie. ¿Y tanta gente para una sola persona? No, no… Muchachos, a ver, todos ustedes les agradezco mucho que estén al servicio de Packie, pero al menos por mí, no le van a hacer agujeros a nadie, así que a menos de que Packie tenga algo que encargarles, vayan y hagan… lo que sea que hagan los mafiosos, fuera, fuera.”
Packie ríe confianzudamente y, tomándome de la mano, les dice:
“¿Ven la preciosura que es esta mujer? Tiene los ovarios suficientemente puestos para mandar a todos ustedes sin pedirme opinión… Escuchen todos, dejen los juguetes aquí dentro y esperen afuera, ya saben, discreción a todo lo que da.”
Pese a mirarse pequeñamente sorprendidos, todos salen del restaurante, dejándonos con una animosa música de fondo y un silencio incómodo.
“Bueno, así como tuviste el valor de ponerme en ridículo frente a mi gente, vas a tener el valor para hablar. Porque si no… Me temo mucho que hoy mato a tu abuela. Y mañana a tu jefe y así hasta que me repongas el honor de los 15 que están allá afuera riéndose de cómo una mujer como tú se opuso a las órdenes de un hombre como yo.”
¿Matar a Joshua? No… Ese lo iba a matar el VIH, porque ni siquiera iba a poder tener el placer de hacerlo yo, porque ya se me habían adelantado, porque ya no había plan que pudiera eliminar el remordimiento que sentía por haberlo intentado manipular, por no haber escuchado a mi intuición cuando comencé a sentir simpatía por sus detalles, por no haberme dado cuenta de que algo no estaba bien desde antes dentro de mí. Me traicioné a mí misma, y eso es algo que ni siquiera la propia muerte de Joshua podría solucionar.
Me sentí molesta; miraba en Packie el rostro de Joshua. Ya no quería otro Joshua, ya no quería otro hombre metiendo más problemas en mi vida. ¿Creía que tenía miedo? ¿Creía que podía intimidarme? Todos estaban muy equivocados.
“Bien, quieres saber la verdad. Pues aquí está mi verdad,” dije mientras azotaba mi mano en la mesa.
Así comencé a contarle la verdad. ¿La razón? Estaba harta. De Joshua, de Raziel, del dinero, de cada cosa que había en esto que me rodeaba. Quería ser libre, quería dejar de sentir la angustia que había en mi pecho, quería una cura mágica para todos mis problemas, y si usar a Packie para quemar todo y morir al menos siendo libre, pues entonces quería ver las llamas arder más fuerte que nunca.
Para cuando terminé de narrar todo, Packie suspiró, giró su cabeza para ponerse cómodo, y extendió sus brazos detrás de su nuca.
“Y pensar que te veías tan inocente… Bien dicen que los verdaderos hijos de puta visten de cuello blanco. Porque me convenciste con eso de que eras la asistente del director. Pero mira, me agrada, eres la clase de mujer que tienes agallas… Aunque no por eso voy a pasar por alto tu engaño, pero después hablaremos de eso. Lo que sí puedo es ayudarte. Mañana en la tarde paso por ti a casa y arreglaremos todo, ¿entendiste? Ahora quiero que los dos cenemos a gusto y vayas a dormir con tu abuela porque creo que necesitas un poco de tiempo a solas.”
“¿Los vas a matar?”
“Nah, eso sería mucho problema, tengo una idea de quién puede sacarte de este apuro… Para eso tenemos a los contadores de la mafia. Aunque eso sí te digo de una vez. Todos esos millones que me dijiste que tenías, mañana los quiero ver aquí. Llámalo una muestra de aprecio para mí.”
Me reí ante su frase. ¿Creía que todavía me podía importar el dinero? Si pudiera regalar cada centavo que he ganado de esto a cambio de estar tranquila y quitarme el veneno que corre por mis venas, lo haría gustosa.
“Tendrás cada maldito centavo… Aunque tengo una duda… ¿Qué ganas tú con todo esto? Tampoco es que mi dinero te sirva de mucho, estoy segura de que puedes ganar eso y mucho más con todos tus ‘negocios’.”
Packie inclinó la cabeza y sonriendo me dijo:
“Cada vez me gustas más… Pues, cómo fuiste sincera, creo que también lo seré contigo. Acabas de abrir la caja de Pandora, querida. Tienes una lista extensa de millonarios. ¿Sabes qué voy a hacer con ellos? Les voy a robar hasta la sonrisa. Los voy a estudiar, extorsionar, secuestrar, voy a hacer negocios con quien me convenga. Me van a dar poder.”
“Le diré a uno de mis muchachos que te lleve a casa… O mejor, diles tú, ya vi que se te da bien eso de mandar.”
Era obvio que estaba muy enojado, pero tampoco tenía miedo de irme sola. Si me quisiera muerta, ya tendr
ía un agujero en la cabeza y aunque ahora por fin había visto la otra cara de Packie, la sed de dinero, algo que iba a usar para mi beneficio.
No me tomé la molestia de decir nada. Todos me vieron y chiflaron para intentar sobajarme. Pero Kandy no se doblegaba con eso; hacía falta mucho más… Hacía falta ser Joshua Savinto para romperme y eso… No lo podía ser ni saber nadie más.
Los hombres de Packie me llevaron a casa sin más incidentes. Al llegar, la sensación de vacío y confusión me invadió de nuevo. La visita a “La guarida” y todo lo que había ocurrido después parecía un sueño distante, un eco de la Kandy que una vez fui, desinhibida y temeraria.
Tempesta estaba despierta, sentada en su mecedora con una taza de té en las manos. Su mirada preocupada me recorrió de arriba abajo como intentando leer las historias que mi piel guardaba en secreto desde la última vez que me vio.
“¿Todo bien, Kandy?” preguntó, su voz un suave murmullo que contrastaba con el torbellino de emociones dentro de mí.
“Todo está… como debe ser, Abu,” mentí, esforzándome por sonreír. “Solo necesito descansar.”
Asentí con la cabeza, incapaz de mirarla a los ojos, sabiendo que si lo hacía, mis mentiras se desvanecerían como el humo. Subí a mi habitación, cerré la puerta tras de mí, y me dejé caer sobre la cama sin molestarme en quitarme los zapatos.
Miré el techo, dejando que las sombras danzaran ante mis ojos, preguntándome cómo había llegado a este punto. La vida que había elegido estaba llena de espejismos, de amores efímeros y peligros constantes. Joshua, Packie, la estafa, todo parecía parte de un juego macabro en el que yo había perdido la noción de la realidad.
La idea de huir con Joshua a Centroamérica, de empezar de nuevo lejos de todo este caos, cruzó mi mente una vez más. Pero la ira y la traición que sentía hacia él eran demasiado fuertes. ¿Cómo podía confiar en alguien que me había arrastrado a este abismo?
Y luego estaba Packie, el mafioso que prometía ayudarme pero a un precio que aún desconocía completamente. Su plan para usar la lista de millonarios no solo era audaz, sino también peligroso. ¿Acaso había saltado de la sartén al fuego?
Cerré los ojos, intentando alejar esos pensamientos, buscando un respiro en la oscuridad. Pero el sueño era esquivo, y en su lugar, las imágenes de lo que había sido y lo que podría ser me asaltaban sin piedad.
Quizás Tempesta tenía razón. Quizás debía darle una oportunidad a Joshua, no por él, sino por mí. Por una vez en mi vida, considerar lo que realmente quería, no lo que estaba condicionada a buscar: dinero, poder, atención. ¿Pero y si era demasiado tarde? ¿Y si el camino que había elegido ya no tenía retorno?
La noche se consumió en un torbellino de dudas y remordimientos. Al amanecer, tomé una decisión. Antes de enfrentar lo que venía, tenía que enfrentarme a mí misma, a mis miedos y deseos, a la mujer en el espejo que parecía conocer todas las respuestas pero temía pronunciarlas.
Hoy no sería un día de decisiones impulsadas por el miedo o la venganza. Hoy sería el día en que Kandy Frenezeco decidiría su propio destino, sin importar las consecuencias. Porque al final, la verdadera libertad radica en elegir por uno mismo, en redefinir quién eres a pesar de las tormentas que te rodean.
Con esa determinación, me levanté, dispuesta a enfrentar lo que el día me traería. Pero esta vez, lo haría a mi manera, con la cabeza en alto y el corazón firme, sin importar lo que el futuro reservara para mí. Era hora de cerrar este capítulo de mi vida y comenzar a escribir uno nuevo, uno donde yo fuera la verdadera protagonista de mi historia.