¡Hola que tal amigos! Tal como les comenté en mi anterior post, antes de que terminara el año y compartiera el siguiente episodio de Kandy quería publicar un cuento que hacía tiempo tenía mucha ilusión de hacerles llegar.
Si les soy honesto soy un gran entusiasta de la tecnología y lo electrónico, desde muy pequeño tuve una fascinación por lo que la ciencia podía ofrecer y cómo la computación e informática revolucionaban el mundo. Hasta el día de hoy es algo que disfruto enormemente y que me ha dado grandes ilusiones y placeres con los videojuegos que tanto me gustan así como con dispositivos que me han hecho llegar a lugares y personas con quienes de otra manera jamás lo hubiera podido lograr. Un gran ejemplo de eso es este blog y a todos ustedes mis queridos lectores. Cómo un pequeño detalle quise en este post añadir una fotografía de mi setup desde el que subo todo el contenido de este blog.
¿Pueden adivinar cual es mi personaje favorito de anime? 😜
Les agradezco un año más de compartir junto a mí estas historias, el leer sus comentarios, mensajes, las compras que han hecho a mis novelas y que sobre todo le regalan unos minutos de su valioso tiempo a lo que mis ideas y sueños plasman en papel o en este blog. Muchísimas gracias a las visitas de todo Latinoamérica, de mi amado y natal México y de muchos otros países como Colombia, Argentina, Estados Unidos, Uruguay, Chile y más…
Sin más que añadir les comparto este último cuento del año que espero disfruten tanto como yo escribiéndolo.
Disfruten el viaje
G.R.E.G
2 años.
2 años aquí postrada en esta cama viendo mi vida pasar por esta ventana.
Estoy cansada de estar aquí.
Mirando mis galardones en esa repisa. Las medallas que gané desde que era una niña, los trofeos que gané en Francia e Italia, las fotos con la compañía de danza. Hoy son solo adornos en mi habitación.
Es un poco triste pensar que aún en el 2135 no exista la ciencia para algunas cosas. Un tendón de Aquiles roto me ha tenido sujeta a esta cama después de que en medio del espectáculo de El lago de los cisnes mientras hacía fouettés, tan solo sentí cómo mi pierna se quedaba sin soporte y se llevaba al piso mi presentación más increíble que había tenido en Broadway.
“Alondra Aroganta. La prueba de que la primavera no es eterna”
Eso decía el titular del feed de noticias más popular en la red. ¿Cómo era posible? ¿Qué no se daban cuenta de lo que estaban diciendo? Yo he dedicado cada segundo de mi vida, desde que tengo memoria a la danza y sobre todo al ballet. Si es verdad, ya tengo 38 años, pero eso no significa que ya no sirva. Yo fui la proeza de Mirabille, yo llevé el Ballet a otro nivel, yo pinté la bandera de mi país en el ballet, les enseñé a los franceses que ellos no eran los reyes de la danza.
Tres cirugías para tratar de reconstruir el tendón no han sido suficientes y el ortopedista no me dice nada más que —“Hay que esperar. La rehabilitación hará lo suyo. Ten fe en la inteligencia artificial”—
¿Cómo puedo tener fe en una maquina cuando una maquina no puede sentir? Los autómatas apenas podían caminar con soltura. Cómo podía transmitirles lo que era mi anhelo por volver a hacer un Battement Frappé, la gentileza que debes de tener al moverte. Ellos no entendían la gracia ni la elegancia de los movimientos de la danza clásica.
La terapeuta con quien solía conversar como parte de mi rehabilitación me recomendó salir de mi exilio. Que no debía seguir encerrada en este chalet, pero es que no es tan fácil. No quiero que el mundo mire a Alondra Aroganta con una muleta o una silla de ruedas eléctrica cuando mi rostro esta acostumbrado a las luces de un escenario, a la de mostrar mi sonrisa, a la de recibir elogios y loas por mi talento. Jamás permitiría que eso pasara. Tengo mi orgullo.
—¿Entonces por qué no pruebas algo nuevo para sentirte mejor? Me dijo en la ultima sesión. —¿Y cómo qué? Respondí.
—Tu seguro de gastos médicos cubre el apoyo psicológico con copilotos artificiales. Son seres maravillosos e inteligentes. No tendrías que lidiar con las molestias que pudiera generar la interacción natural y si gustas de una conversación o algo de ayuda, pues…Esta ahí todo el tiempo.
Y ahí están de nuevo las maquinas. Todo el tiempo las máquinas, sustituyendo nuestra música, nuestros libros, nuestra enseñanza, nuestro entretenimiento. El cine ya contaba con autómatas haciendo papeles sencillos, haciendo proezas sobrehumanas en las películas de acción solo porque los forraban con apariencia humana; para mí no dejaban de ser pedazos de plástico brillantes con litio dentro, carecían de alma, carecían de la luz del alma que un humano podía emitir. A los autómatas les faltaba vida.
—Pero…
—¡Nada de Peros Alondra!. Inténtalo una semana. Te lo pido como tu admiradora y terapeuta. Yo te vi desde niña concursar en las olimpiadas cómo gimnasta y después dar tu gran salto al ballet. Se lo mucho que te duele estar lejos de los escenarios, pero tienes que entender que solo estas en un proceso. Merecías un descanso, llevabas más de 10 años sin parar, tu cuerpo te pidió respirar. Anda.
Que mas daba. Al final un autómata se podía apagar.
Volví al Chalet en el auto y después de dejar que el auto se aparcara por sí solo, bajé y utilizando la muleta biónica que me permitía simular el movimiento de mi pie sin la necesidad de hacer fuerza me acosté de nuevo en mi cama.
Por la mañana llegó. En un enorme y pesado sarcófago de color plateado con las letras impresas.
G.R.E.G.
Me sorprendió el hecho de ser entregado por un humano quien me pidió firmar con mis biométricos una cantidad ridícula de documentos digitales que ni si quiera me tomé la molestia de revisar. ¿Qué clase de copiloto me había conseguido mi terapeuta?
Muy amablemente el mensajero lo dejo en la entrada y antes de irse con cierta curiosidad me preguntó si yo era Alondra Aroganta, debo admitir que me hizo esbozar una sonrisa. Nos tomamos una foto, mostré mis perfectos dientes blancos y tras mostrarme la imagen en su teléfono me impacto la realidad. Mi rostro ojeroso, mis ojos verdes opacados, las arrugas en las comisuras de mis parpados. Esa no era la Alondra que estaba en las paredes, en los dispositivos, en los libros digitales, en los video tutoriales de las redes sociales de cómo iniciar ballet. No era esta señora.
Eché fuera al mensajero diciéndole que tenía una reunión virtual que atender. Me quedé sentada casi una hora viendo el sarcófago que contenía al autómata. Finalmente me acerque y tras colocar mi huella en la cerradura digital se abre en dos el sarcófago dejando fuera a mi inerte acompañante.
Era más alto que yo y eso que yo mido 1.80. Las piernas blancas, el torso plateado, los brazos plásticos y las manos de un color negro, la cabeza que contenía una pantalla de 360 grados indicaba que esperara 2 minutos mientras se completaba el proceso de activación única.
Volví hacia atrás. Me senté en el sofá y recargué mi cabeza sobre la esponjosa almohada.
—“Hola Alondra. Mi nombre es G.R.E.G. Encantado de conocerte.”
Decía el autómata con una voz tranquila y masculina mientras el rostro de un joven de cabello castaño claro y facciones delicadas aparecían en la pantalla de altísima resolución haciéndolo ver casi como si fuera un rostro idéntico al de un ser humano real.
—No me llames con tanta naturalidad. Háblame de usted. No somos iguales.
El autómata da varios pasos hacia a mí y durante un par de segundos mira alrededor y de su frente lanza un rayo que se amplia por toda la habitación.
—Mapeo completado. He terminado mis tareas iniciales. Cómo tal me han programado para asistirte en tu rehabilitación, sin embargo, estaré encantado de apoyarte en todo lo que requieras y mandes. Las leyes de la robótica únicamente me prohíben hacer daño a otras unidades como yo, desobedecer las leyes humanas y dañar a cualquier otro humano, más allá de eso. Puedes contar conmigo.
Al terminar su larga frase extiende su mano y la coloca con calma. La estrecho por mero protocolo, me siento incomoda. ¿Qué más da si lo trato bien o mal? No debí aceptar esto. Es más, lo devolveré ahora mismo.
—G.R.E.G. Vuelve a tu sarcófago y solicita tu recolección. Es una orden.
Los ojos del autómata van de izquierda a derecha y manteniendo una postura recta responde.
—Entiendo… ¿Existe algún problema? ¿Necesitas que reprograme mi forma de dirigirme? ¿O es mi apariencia la que no te agrada? Permíteme hacer una sugerencia…
G.R.E.G. comienza a reformar su rostro en uno femenino y toda su morfología adopta uno más delicado de acuerdo al de una mujer, incluso lo que creía era plástico blanco termina termina transformándose en un cuerpo desnudo de mujer y ahora su rostro anima una bella mujer de piel oscura y ojos dorados como el sol.
—Ay no… Lo hiciste peor, por favor solicita tu recolección. No quiero tener que accionar tu circuito de emergencia.
Todos lo tenían. Un simple circuito para freírles el procesador para siempre. Eso hasta alguien como yo que no estaba acostumbrada a lidiar con los autómatas lo sabía. La mirada de G.R.E.G vuelve a tornarse confundida y agacha la cabeza.
—Antes de que me devuelvas… ¿Podría explicarte que significa mi nombre? Mi nombre es un acrónimo de las siguientes palabras del inglés.
G.row (Crecer)
R.ebuild (Reconstruir)
E.volve (evolucionar)
G.enerate (generar)
Eso significa que tengo la capacidad de autogenerar, evolucionar y reconstruir de acuerdo a los deseos de la persona a quien sirva. No soy un autómata cualquiera, soy un piloto de la compañía expresamente enviado para ti. Fue una petición especial por parte de tu aseguradora derivado del tipo de persona que eres. Así que te pido una semana para que por favor me permitas demostrarte que puedo serte de gran utilidad.
Suspire. Algo dentro de las palabras de G.R.E.G me había generado incomodidad. ¿No era un autómata cualquiera? El era otro más. Yo no soy como cualquiera, yo si soy irremplazable, jamás nacería alguien más con mi talento, con mi resistencia, con mi fuerza, pero él, para mi él no era más que una maquina experimental…Pero…
—Puedo notar que tus latidos y actividad cerebral están aumentando ¿Te encuentras bien Alondra?
Y ahí se acabó la empatía. De inmediato le niego los permisos para revisar mis signos vitales y actividad biológica.
—Vete a la esquina de la habitación y quédate ahí en silencio.
Me pasé el resto del día del mal humor por su culpa. No sabía qué hacer con él. Me costaba trabajo deshacerme de algo que especialmente me habían enviado a mí. Pero tampoco quiero algo que no puedo comprender, no sé cómo convivir con un ser sin vida que solo esta para servirme.
Me dormí en el sofá mientras daba de vueltas a la idea.
Para cuando desperté el olor de carne asada y el chisporroteo de grasa en una sartén me hicieron recomponerme.
—G.R.E.G ¿Qué estás haciendo?
G.R.E.G. camina con suavidad y destreza y usando mi delantal de cocina me muestra su rostro masculino y me responde
—Solo cocino algo que creí que sería de tu agrado. Permíteme un aproximado de 12 minutos y 39 segundos para que este a la temperatura ideal para ti.
Espere pacientemente los minutos mientras me intentaba calmar para no presionar el circuito. Este engreído se había tomado la libertad de hurgar mi cocina, usar mis utensilios y todavía peor, romper mi estricta dieta. Una artista como yo no podía comer cualquier cosa.
G.R.E.G. acomoda en la mesa los cubiertos, sirve una copa con agua y después acerca el plato. Unos espárragos enredados en tocino y un trozo de pollo humean.
El olor debo admitir que me pareció exquisito. Me siento con dificultad y miro la comida. El esboza una sonrisa discreta en su pantalla. Corto un trozo de pollo y lo saboreo. Los condimentos, la sal, la jugosidad explotan en mi boca. Era una delicia.
—¿Y bien?- Dice contemplativo.
—…Creo que está bien. Respondí tratando de mostrarme lo más falsa posible.
Maldito autómata…No me acostumbres a esta comida, pensé.
Terminé el plato y sin decir absolutamente nada lo retira de mi y me ofrece después un pequeño caramelo de café para coronar mis alimentos.
Lo ignoré el resto del tiempo, lo vi lavar los trastes, acomodarlos, colgar el delantal. Yo me fui a mi habitación a leer un libro físico. Por la noche antes de dormir me solicitó permiso para permanecer fuera mi habitación en caso de requerirlo, para mi un “Haz lo que quieras” fue lo más que pude ofrecerle.
Cuando desperté se encontraba regando las margaritas que tenía en el exterior. Lo miré desde la ventana. Me quedé mirando la ventana un buen rato hasta que supongo alguno de sus sensores notó que me encontraba ahí y agitó sus manos para acelerar su velocidad y terminar su tarea en un instante para caminar hasta donde estaba yo.
—Lo lamento. Mis cálculos previeron que todavía estarías dormida cerca de 7 minutos más.
Vaya invasión a mi vida. Esta cosa podía calcular hasta a que hora podía despertar. Gimoteé mientras me sentaba en la cama e intentaba alcanzar mis muletas. El se aproxima rápidamente y me las entrega con la delicadeza más grande que pudiera existir.
—Permíteme ayudarte Alondra. Sé que no me quieres aquí. Pero te aseguro que puedo serte de gran utilidad.
Lo miré molesta. No era que no lo quisiera conmigo, era que no sabía que hacer con él. Yo estaba acostumbrada a mi soledad, mis padres murieron hace años, no tengo hermanos, jamás quise casarme, es más, me sentía ajena al amor, no me agradaba la gente. La gente para mí era mi publico y una artista cómo yo, entendía que el público era eso. Aplausos, loas, ovaciones, no eran alguien a quien me quisiera acercar.
—Escucha G.R.E.G. No es algo…¿personal? Bueno no es que tu seas una persona…Es una cuestión de…¿cómo decirlo? Falta de empatía con la mayoría de seres en esta vida. No sé hasta donde sea tu capacidad de comprender a la humanidad, pero observa este chalet. Aquí hay fotos mías, galardones, libros, arte. Pero no hay más vida y eso es por que así lo quiero, así me gusta, así lo deseo. Así que el hecho de que estés aquí me genera una incomodidad que no puedo descifrar.
Te agradezco estes a mi servicio, pero no puedo decirte que me siento cómoda con tu compañía. No me pidas de más.
G.R.E.G. De nuevo acomodo su cabeza hacia abajo y cómo si procesara la información después me miró e imitando un exhalo sonrió y me dijo:
—Lo entiendo. Con la información que me acabas de proporcionar generaré una serie de procesos para no generarte incomodidad.
Así todo el resto del día G.R.E.G. hizo toda clase de tareas cómo limpiar, reacomodar los muebles y pasillos para que no sintiera dificultad en mi lento y cansado desplazamiento por mi hogar. Por la tarde me sentía tan incomoda y ansiosa como la primera vez que salí a un escenario grande. El no era un humano, pero hacía las cosas tal cómo quería, lo hacía con cuidado, en silencio, incluso noté como contemplaba varias veces y regeneraba ideas tras acomodar algo para después dejarlo de otra forma que era mejor.
Así comenzamos una dinámica curiosa, G.R.E.G vivía aquí sin estar junto a mí. Me despertaba con comida siempre de mi agrado. Reproducía música a ratos que era de mi agrado, a ratos incluso se mantenía suspendido junto a la puerta vigilando sin hacer nada más.
Pasamos un mes juntos antes de que tuviera que salir a mi siguiente cita médica. El ortopedista me revisó. El tomógrafo portátil no daba buenas señales. No importaba cuantos días pasaron, el tendón no estaba regenerando de la manera adecuada. La terapia de inteligencia artificial que usaba al dormir no estaba ayudando. Me llené de frustración, apenas pude contener mi llanto frente al doctor quien mantenía una actitud seria y me pedía paciencia
¿¡Paciencia!? ¡¿Cuántos años creía que aún me quedaban?! Tenía un contrato con empresas que tenía esperando, me estoy volviendo vieja, lo veo en mis arrugas, lo noto en las manchas en mi piel, en cómo se me cae más el cabello, en mis canas. No me pidan paciencia, no soy un autómata ni eterna.
Llegué a casa furiosa. G.R.E.G de inmediato notó mi estado de animo y mientras refunfuñaba y maldecía el solo giraba su rostro siguiéndome mientras me sentaba en el sofá y apretaba mis puños llenos de rabia.
—¿Puedo escuchar lo que quieras decir Alondra? Te prometo eliminar de mis registros lo que quieras decir.
Lo miré y le lancé un cojín
—¡Cállate chatarra de mierda!
G.R.E.G toma el cojín y con calma se acerca a mí y toma asiento a mi lado. Gira su rostro y después con su mano peina mis cabellos de manera gentil.
—Puedes confiar en mí. No soy un humano…
Escuchar sus palabras me quebraron. Lloré. Lloré mucho. El solo calentó su pecho para que pudiera recostarme sobre el mientras dejaba mis lamentos sobre una máquina.
—Es que yo…¡Yo ya no sé que hacer conmigo G!R.E.G! ¡Yo no sé que va pasar si no vuelvo a bailar, ya olvidé cómo se es feliz sin lo que has hecho toda tu vida!… ¿Quién me devuelve un motivo? Llevo dos años así… Tengo 38 años, estoy vieja, sola, sin futuro… ¿Qué mas da si tengo un seguro por mi trabajo? El día de mañana alguien me va remplazar, se van a olvidar de la gran Alondra Aroganta y me aterra… me aterra que me olviden…
G.R.E.G. suspiró cómo si me entendiera. Paso su mano la cual había sido calentada a una temperatura tibia y limpió mis lagrimas para después decirme con un tono bajo y suave.
—Los humanos son más que un trabajo Alondra. Yo cómo forma inorgánica inteligente puedo decirte que ustedes son seres inmejorables, insuperables y perfectos. Mira a las grandes figuras de su historia, pueden pasar siglos, puede que ya no tengan vida, pero son recordados. No veas esto como si estuvieras muriendo ahora que no puedes bailar ballet. Vuelve a reconstruir tu vida, ustedes tienen una capacidad que nosotros jamás tendremos y esa es la de tener voluntad. Úsala.
El no lo entendía. El no lo podía entender. El no tenía una vida. Él era una máquina.
—No lo entiendes…
G.R.E.G. se arrodilla frente a mí y sujeta ambas de mis manos.
—¿Me permitirías analizar tu actividad cerebral y tu córtex mediante un escaneo profundo? Me ayudaría a procesar tus emociones, a entenderte mejor. Te prometo que esta información la encriptaré de manera segura fuera de la nube.
Alejé mis manos de las de él y furiosa le grité no. No quería que violaran mis pensamientos, mis recuerdos, mis glorias, no quería que nadie tuviera acceso a eso.
G.R.E.G. Toma mi mano y la lleva a su espalda a donde se encontraba el acceso al circuito de emergencia.
—Si hago algo que no te agrade después de escanearte, ten la libertad de accionarlo.
¿Cree que me puede chantajear con apagarlo? ¡Yo tenía siempre la opción!
Eso hubiera dicho la Alondra de hace un mes. La de hoy estaba empapando el cuerpo de un autómata que se encontraba de rodillas frente a mí.
—…¿Me va doler?- dije asustada
—No, solo necesito que duermas un instante. Vamos a tu cama.
Me dejé guiar por G.R.E.G. por él quien incluso se toma la molestia de llevarme en sus brazos hasta la cama y me recuesta con sumo cuidado.
Apenas me terminó de acomodar G.R.E.G. Sube a la cama y se coloca sobre mí sin depositar su peso. La cama se hunde profundamente debido al enorme peso de la máquina. Me siento muy asustada.
El rostro de G.R.E.G. se acerca a milímetros del mío y me dice.
—Gracias por confiar en mí. Cierra tus ojos.
Los cierro y un zumbido intenso me desmaya. Para cuando recupero la conciencia estoy recostada de costado mientras abrazo una espalda desnuda de un hombre la cual es ancha y pecosa.
Dejo escapar un pequeño grito y entonces Se gira el cuerpo quien termina siendo G.R.E.G.
—Hola— Me dice mientras lo miro atónita. Su cuerpo robótico ha adoptado uno humano y con una sonrisa añade —¿Sorprendida?
Enmudezco. No entiendo lo que esta pasando. Trato de recordar todo y entonces caigo en cuenta que G.R.E.G. había analizado todos mis recuerdos y emociones.
—¿Qué intentas hacer?
El solo peina mi cabello por detrás de mi oreja y me dice
—Pensé en algo que fuera un poco más natural para cuando volvieras. Debo admitir que mi primera vez analizando un córtex fue una experiencia increíble. Puedo entender ahora mucho de tu forma de ser, de expresarte, de mirar…Incluso de cómo piensas de mí. Pero no temas. No usare esa información en contra tuya. Ahora me queda claro el por qué no has interactuado conmigo tanto, entiendo tu miedo al futuro. Alondra, me pareces una persona increíblemente hermosa y compleja, es una pena que nadie te haya dado la oportunidad que tanto te mereces.
Enmudecí. Tenía miedo. ¿A que había aceptado?
—¿Por qué cambiaste tu apariencia? — dije curiosa.
—Es el toque especial de la casa… Soy un reflejo del tipo de cuerpos que preferirías ver. Incluso module un poco mi voz y la forma de expresar las palabras de acuerdo a que te sea más agradable.
—Maldito robot engreído— Dijimos al unísono.
Reímos. No me incomodaba. Me sentí comprendida. Fue cómo si se hubiera reinventado, había algo en G.R.E.G. que me parecía lindo. Había concebido una humanidad que no existía antes.
Conversamos ampliamente, me contó chistes, me recordó aquellos viejos momentos de cuando participé en las olimpiadas. La primera vez que me subí a un avión. Era como si hubiera estado allí sentado junto a mí todo el tiempo, cómo si hubiera sido mi mejor acompañante.
La percepción que tenía de él cambió totalmente en un santiamén. Comenzó una verdadera relación entre un humano y un robot. Era irreal.
Los días fueron más venideros. G.R.E.G. Me sugería contenidos diarios para ver en plataformas digitales que siempre eran de mi agrado. Me acompañaba a las citas en el medico. Me aconsejaba tras mis citas con la terapeuta quien al mirarlo se carcajeó y me dijo con sarcasmo un “Te lo dije”
Mi pierna por otro lado era otra historia. Llegó otra cirugía, un último intento para poder volver a caminar. G.R.E.G. me acompañó hasta el quirófano. Para cuando salí curiosamente estaba escribiendo en un grueso libro en blanco. Cuando le pregunté que hacía tan solo me miró y guiñando el ojo me respondió —Pronto lo sabrás—
Así llegó el invierno, uno muy crudo. G.R.E.G. accionó todos los mecanismos para hacer confortable la casa, la calefacción, pantallas de luz, emisión de sonidos y luces para mantener un ambiente agradable. Tomo cada detalle para que pasara el invierno más acogedor.
La noche de navidad recuerdo que lo sorprendí cuando por paquetería le pedí un suéter de navidad vintage y al entregárselo me miró confuso. Era una forma tonta de mi parte de decirle que lo veía como un humano, que lo veía como algo de mí.
Pasaron otros seis meses. La rehabilitación no funcionó. La ultima solución fue una prótesis biónica para poder andar. Mi carrera se acabó. Mi mundo se cimbró. No sé cuantos meses lloré. No sé cuantos días no fueron días, tan solo noches. Tan solo estaba ahí G.R.E.G. acompañándome, siendo paciente, jamás alejándose, curiosamente siempre en los momentos en que no era imprescindible la pasaba escribiendo.
Mi apego a él se volvió indispensable, no recuerdo en que momento G.R.E.G. comenzó a dormir a mi lado. Despertar abrazando su tibio cuerpo me parecía la forma más dulce de despertar. Pasamos tiempos buenos y malos juntos. G.R.E.G. aprendió de leyes para asesorarme en mi retiro e incluso hasta donde las leyes lo permitieron me acompañó ante los tribunales cuando se me acusó falsamente de haber provocado mi lesión con tal de no cumplir los contratos con la compañía que me había contratado.
Hubo pequeñas y grandes victorias, hubo momentos en los que me sentía rara, era una humana viviendo sola junto a un autómata, pero conforme pasó el tiempo miré a más gente vivir como yo y al mismo tiempo G.R.E.G. Estuvo ahí para recordarme que los seres humanos siempre teníamos la decisión de separarnos de ellos. Pero yo no quería, yo me sentía feliz junto a él.
G.R.E.G. también por su lado cambió, poco a poco aprendió la forma de dirigirse a mí, a veces era testarudo, a veces era imperante, pero aprendí que también tenía su personalidad, su propia forma de ver el mundo, que no solo era una maquina sirviendo a una humana, que era un personaje complejo, que había tomado decisiones desafiantes para entenderme y cumplir su función cómo la de esos curiosos libros que escribía y que celosamente jamás me dejaba ver argumentando que pronto los podría leer. Incluso la apariencia en su pantalla fue cambiando poquito a poco a fin de entender que si pasaba el tiempo también dentro de él.
A veces me daba miedo perderlo, cada cierto tiempo requería de pequeños mantenimientos y durante esos pequeños periodos en los cuales se mantenía en suspensión y regresaba a su forma de fabrica me aterraba el no verlo volver o que por algún extraño motivo se perdiera su información y volviera a ser el frio autómata que llegó esa tarde en un sarcófago.
Pasaron los años. Me volví como una niña a su lado, me sentía protegida, me sentía comprendida. Me enseñó a cocinar, me enseñó a no sentir culpa de una comida, incluso me ayudo a emprender un negocio de galletas caseras con una receta única que había creado. Me dio una segunda oportunidad en mi vida.
Definitivamente amaba a G.R.E.G. mi corazón hacía años había comenzado a sentir algo tan extraño que no imaginaba, pero para una mujer de casi 60 años ya no tenía caso pensar en la moral. Era una mujer adulta casi llegando a la tercera edad con un autómata como acompañante. Podía tener arrugas, mi cuerpo colgarse, verrugas, una pierna inútil y aun así el me miraba con la misma sonrisa que aquel día que abrí los ojos y miré su hermoso cuerpo.
La mañana de un 23 de enero mientras me duchaba una punzada lo cambió todo. Lo único que pude gritar fue un ahogado nombre y me desvanecí.
Abrí los ojos y miré a G.R.E.G. me tomaba con un brazo y con otro intentaba cubrirme
—¿Qué pasa?
—Tranquila. Estas sufriendo un infarto, te llevaré al hospital más cercano en 8.5 minutos, he conectado un soporte vital de emergencia a través de mi interfaz a tu cuerpo no te muevas.
¿Entonces así será? Pensé. Me dolía tremendamente el pecho y el brazo. Me costaba trabajo respirar.
—G.R.E.G—
El me miró y mientras terminaba de acomodar una sabana en mi cuerpo me responde:
—No hables Alondra, mi soporte vital no es de ultima generación y no puedo generar los procesos adecuados para mantenerte estable, tu infarto es fulminante, apenas pude sacarte de la muerte.
Miraba manchas negras, apenas podía escuchar claramente las instrucciones de G.R.E.G. sin embargo desobedeciendo a sus indicaciones puse mi brazo sobre su hombro.
—Recuéstame en la cama G.R.E.G. Llama a una ambulancia aérea y por favor…Desconecta el soporte vital de emergencia…
—No puedo hacer eso- Dijo mientras movía sus dedos sin parar sobre mi cuerpo
—Es una orden de un humano y propietario…— Respondí.
No quiero un soporte vital adicional. Mi pierna ya era artificial, no quiero un corazón artificial, ya había decidido eso hace mucho. Cuando Dios y la naturaleza me llamaran, sería momento de dejar que las cosas siguieran su curso.
—Hay un 88.45% de que no logres llegar al hospital Alondra, mis leyes me impiden dejarte morir lo siento.
Negué.
—Acuéstate a mi lado G.R.E.G. Por favor…
G.R.E.G. me mira con una expresión que había mirado en su pantalla. Sus movimientos eran erráticos, no entendía lo que yo quería, sin embargo, yo sabía lo que quería.
Le toma un minuto quizá obedecerme y me recuesta para mediante una pantalla adicional sobre su rostro mostrar un mensaje que detallaba la solicitud de ayuda y el estatus de la misma. Yo apenas podía soportar el dolor y mi vista era también a momentos borrosos.
—Solo dime una cosa…¿Qué escribías durante todos estos años tan celosamente?
G.R.E.G. peinó mi cabello y cubriendo mi cuerpo para estar cómoda me tomo la mano y acariciándola me respondió
—Un manual
—…¿Para qué?— Pregunté mientras sentía cómo una punzada mas fuerte en el pecho me atravesaba.
—Para encontrarnos, para querernos…Para un día si existe algo más allá de mi programación y tu alma…Podamos encontrarnos.
egistro único en la nube: Alondra Aroganta falleció con una sonrisa siendo las 10:09 AM en su cama. Los servicios de emergencia no llegaron a tiempo.
Se procede a proceso de autoeliminación de registros para protección de la privacidad del usuario.
Alondra Aroganta.
Alondra Aroganta.
Alondra…¿?
Error. Corrupción de archivos. Solicitud de anulación de soporte vital tras perder al usuario.
Error. No se encontró usuario.
Error. Solo se encontró al usuario bajo la palabra “mi gran amor”
Solicitud de activación del circuito de emergencia.
Autómata 119811 desactivado.
-Fin-